Fiesta en Achacachi. Cuando los 'llorones' danzan
© Tanya Elizabeth Imaña Serrano | Fotos: Aizar Raldes
Según
el santoral, cada 29 de junio se recuerda a San Pedro y a San Pablo. La capital
de la provincia Omasuyos, a 92 kilómetros de la ciudad de La Paz, homenajea a los santos con una fiesta que dura tres días. Sus pobladores reclaman que no se los
asocie sólo con lo malo como los bloqueos
chacachi, tres de la mañana. La tierra tiembla como abriendo sus entrañas y un sonido seco retumba en el pueblo. En menos de 15 minutos un nuevo
cachorro de dinamita explota, la gente no se inmuta. No, no se trata de un
bloqueo, ni de una manifestación, ni de una marcha madrugadora. Es el albero
que saluda al alba y a San Pedro, el santo patrono del pueblo que vio
nacer a Felipe Quispe, el Mallku. La víspera de los festejos se anuncia con
dinamita pero también con ponches, fogatas, fuegos artificiales y bailes. El
estruendo del explosivo no dejó dormir a nadie desde la medianoche. Y a las 5:00 los prestes (los que costean el festejo, algo así como los arete
ija del altiplano) van a recoger al albero (encargado de hacer explotar las
dinamitas) y, con los invitados a la fiesta, van 'en pandilla' hasta la casa de
un preste para comer fricasé.
El preste es una sucesión de devotos de San Pedro (en
este caso), que se ofrecen para festejarlo. Como deben hacer grandes gastos,
recibe ayuda del tipo ayni -recibir para devolver-, como lo indica la tradición
aimara", comenta Walter Rodríguez (70), un achacacheño que se ha hecho
cargo de la fiesta durante varios años para evitar que la tradición muera.
CON TINTE RELIGIOSO
Según el santoral católico, cada 29 de junio se homenajea a
San Pedro y a San Pablo. En Achacachi (el que siempre está llorando, en
aimara), la fiesta grande dura oficialmente tres días, aunque suele extenderse
más. "Los vecinos empezaron a celebrar después de la Guerra del Chaco,
entre 1935 y 1936. Como hasta ahora, se usa el sistema del 'prestazgo'. Mucho
antes era una fiesta sólo de los campesinos", cuenta Rodríguez.
No cualquiera puede ser preste. Debe pertenecer a la élite
achacacheña, debe ser un 'vecino', poseer un apellido conocido y tradicional.
Debido a que la mayoría de ellos vive en La Paz, y sólo acude al pueblo para su
fiesta, ésta no se celebra el mismo 29 de junio, sino un fin de semana cercano.
Este año fue el sábado 26 de junio.
Durante el primer día, la misa de rigor congrega a los
devotos de San Pedro. Los asistentes, que en su mayoría llegan de La Paz, van
ataviados con sus mejores galas. La primera fila está reservada para los más
importantes de la fiesta, los prestes. Fuera, la torre del templo luce palmeras
y banderas bolivianas, "como símbolo de respeto a la patria",
comentan en el pueblo.
Pese a que Achacachi es conocido por sus conflictos, bloqueos
e insurrecciones -en estos últimos años liderados por el Mallku-, sus moradores
manifiestan que los responsables se encuentran en las afueras del pueblo.
Evidentemente, la gente que vive en la capital de provincia
se dedica al comercio, en su mayoría, y no está de acuerdo con esas medidas. Un
aire de tranquilidad se respira en Achacachi, contrario a todo vaticinio de
peligro.
"Estamos cansados de que todo lo malo se le atribuya a
Achacachi; no todos somos así. La gente del Mallku incluso nos ha amenazado
porque no queremos apoyarlo pero nosotros estamos en otra cosa", coinciden
varios pobladores.
La ceremonia religiosa acaba y ya están listos los
personajes que cargarán al santo en una procesión alrededor de la plaza. Los danzantes y los p'akochis son los
indicados. "Sólo por ellos se deja
trasladar San Pedro. Si son otros los que lo quieren mover, se pone pesado; no
se deja", cuentan algunas mujeres adultas.
La plaza de Achacachi, aunque cerrada, recibe en sus
alrededores a propios y extraños. Los campesinos tienen ante ellos un
espectáculo en el que sólo les está permitido observar. Únicamente los
'vecinos' festejan y una escuadra del Regimiento Ayacucho se encarga de
resguardar el orden. Son nueve soldados y cuatro instructores al mando del teniente
Dugans Francachs.
Igual que en la víspera, juegos pirotécnicos acompañan la
procesión que se detiene de cuando en cuando para rezar un Ave María, un
Padrenuestro y un Gloria. El párroco reparte bendiciones y la música de quenas
y bombos suena imponente en Achacachi (capital de la provincia paceña de
Omasuyos).
Cuando el cortejo llega nuevamente a las puertas del templo,
los cargadores acomodan al santo para rendirle homenaje. Sentado en su gran
silla, los ojos inertes de San Pedro observan el baile de los danzantes y los
p'akochis, lo más original del folclore de la población, ubicada a 92 kilómetros de La Paz.
EL GÉNESIS DE LA FIESTA
Existen dos versiones sobre la aparición de San Pedro en
el pueblo. Una de ellas, indica que se presentó a orillas del lago Titicaca
(hace algunas décadas, Copacabana era parte de la provincia Omasuyos). "San Pedro no hablaba, hasta que
finalmente dijo que Dios le había
encomendado ser pescador de hombres. Después empezó a hacer el paso del
danzante", señala Guadalupe Saravia. Rodríguez habla de una imagen que
apareció en Merke Achachachi, o viejo Achacachi. El 'bulto' fue trasladado a
las orillas del río Keka, pero cuando quisieron devolverlo a Merke, sólo los
danzantes pudieron levantarlo.
CONDENADOS A MUERTE
Del grupo de danzantes, el bailarín principal se denomina
Wiracocha, y se dice que con ese baile se está condenando a la muerte.
"Este hombre usaba un mascarón que pesaba cuatro quintales (184 kilos); la
carga provocaba que se le rompiera la cerviz. Por eso había que darle en paga, un mes antes de la fiesta, una
doncella virgen, coca y alcohol", prosigue
Rodríguez.
Otros, como Guadalupe Saravia, recuerdan el pollerín de
estuco que el danzante principal vestía. "Era tan grande y pesado que le
provocaba descenso de riñones, y más adelante la muerte. El preste tiene que ir hasta su comunidad para
convencerlos", indica.
La figura del danzante se difundió a principio de los 90,
gracias a la película de Jorge Sanjinés La Nación Clandestina. Allí, el protagonista debía bailar hasta morir
como penitencia por todos
los males causados a su comunidad. Encarna a Wiracocha que en la mitología
incaica es el dios que creó la Tierra, junto a Mama Ocllo. Ambos bajaron del
cielo. El sacrificio de doncellas y machos cabríos ha sido, desde tiempos
inmemoriables, parte de las costumbres paganas y religiosas. El sincretismo se
hace evidente en esta adaptación con una ceremonia de veneración a un santo
católico, pero con la cosmovisión incaica.
Este año, el Wiracocha danzante no viste ni la máscara ni el
pollerín de mal agüero. Sólo los cascabales, que suenan al compás lento de la
música de quenas y bombos. Sus ejecutantes caminan en círculos, acompañándolo.
En la espalda llevan el cuero lanudo de una pequeña llama, adornado con lanas
multicolores. Los otros dos danzantes usan una pañoleta para cubrir sus
cabezas, faja y también cascabeles atados a las piernas. Le ofrecen como
ofrenda a San Pedro un paso particular, lento y gracioso. Luego, es el turno de
los p'akochis, espadachines que se baten en un duelo tranquilo, con armas de
madera. Sus cabellos rubios despeinados (peluca) y sus máscaras sonrosadas
llaman la atención desde el principio. Entre su atuendo constan un par de
bandas con los colores de la bandera española. Los p'akochis son una sátira de
los conquistadores y, quizás, una burla de las luchas entre vicuñas y
vascongados.
"A San Pedro no le gustan los diablos. Hubo un año en
el que vinieron a bailar y el ventarrón casi se lleva el pueblo. Nunca más
participaron", cuentan. Los que sí bailan para él son los morenos.
Fraternidades con más de 50 integrantes le rinden homenaje, aunque en realidad
son ajenos a la fiesta. Estos grupos acuden al festejo por su cuenta, aunque
también visitan a los prestes para llevarles regalos.
Después de la ofrenda musical, el santo retorna a su lugar
en el templo y los prestes se dirigen a la casa de celebración.
LA FIESTA
Todo puede faltar menos la comida, la bebida y la música. Los prestes reciben a sus
invitados y cada uno trae un regalo. El anotador se encarga
de registrar el regalo y la cantidad para que, cuando sea necesario, los
prestes retribuyan el obsequio en iguales o mayores proporciones. Amigos,
parientes, compadres y ahijados colaboran con los prestes. Les llevan regalos
en especie y dinero en efectivo. En ese último caso suelen armar flores,
sombreros u otros objetos con los billetes.
La cueca es el baile central de esta fiesta. El 'aro-aro' es
el brindis que interrumpe la zapateada de la danza folclórica.
La variedad de bebidas que consumen dan la talla del rito,
pero al quinto 'aro-aro' aparecen los próximos prestes. Una gran escarapela en
el pecho, mixtura y diana completan su ceremonia de nombramiento. Después de
ello, la fiesta continúa como cualquier otra. La opulencia se pone de manifiesto,
ya que por lo menos tres orquestas o grupos musicales de renombre se encargan
de amenizarla. Llegan al pueblo desde La Paz. Mientras los invitados disfrutan, adentro, los ahijados de los
prestes ayudan en los
quehaceres domésticos. No necesitan llamarlos, es una manera de retribuirles
aprecio a los padrinos.
SAN PABLO
El segundo día está dedicado a San Pablo, aunque en el
santoral están juntos. El que pasó el 'preste' el año anterior corre esta vez
con los gastos y la responsabilidad del festejo a San Pablo. Misa, procesión, y
baile de los morenos se repiten. También la comilona. Deben asistir los actuales prestes y los de los años
siguientes. La fiesta se
realiza en otro local. A determinada hora, los invitados y el anfitrión deben
dirigirse a la casa o local del preste actual. La celebración sigue y los
dinamitazos continúan sonando hasta el final de la fiesta.
El tercer día está destinado a los conjuntos folclóricos.
También hay misa y mucho baile. Achacachi ha congregado a más de 200 personas
que se desplazaron de distintos lugares. Los más beneficiados económicamente
son los dueños de alojamientos y pensiones, además de los transportistas.
Extrañamente, el único punto de llamadas no reporta incremento en su actividad,
quizás por la competencia de 'chalequeros' que ofrecen sus servicios alrededor
de la plaza. La gente del pueblo, en su mayoría, continúa con sus actividades
cotidianas. Es el último día de fiesta oficial, casi todos los convidados
abandonan Achacachi. Algunos se quedarán para el recojo de banderas, que se
realiza a los ocho días.
EL MUÑI Y EL FINAL DE LA FIESTA
El encargado de arreglar la torre del templo con banderas y
palmeras, además de adornarlo por dentro, es el muñi. Tres días antes de la
fiesta él debe cumplir con su cometido. Según Rodríguez, el muñi es el que cura
la resaca a todos después de la farra. "Ese nombre quiere decir amarnos
entre nosotros", indica. Al igual que el preste y el albero, el muñi se
ofrece para realizar su tarea. La octava, es el nombre con que se conoce al día
en que se bajan las banderas. Los invitados deben acompañar al muñi en su baile
hasta la casa del preste, portando las enseñas patrias. Con él se cierran los
festejos y las calles de Achacachi vuelven a ser las de sus moradores, que
reclaman que no se los ponga en el mismo costal que a los revoltosos de las
afueras del pueblo. Los dinamitazos pararán de sonar.
http://achacachi.tripod.com
Copyright © 2000 -
Achacachi (Jach'ak'achi) World’s highest city site. Sitio de la ciudad mas alta del mundo. Patpatankiri markana kont’awipa. All Rights Reserved. Todos los derechos reservados. Jarkt’atawa.